“Volver en ruso no es lo mismo que en castellano”

“Volver en ruso no es lo mismo que en castellano / Volver en los dos idiomas / Doblemente imposible”. Con estos versos, Natalia Litvinova resume su postura ante la vida como escritora en lengua castellana y traductora del ruso, dos mundos literarios que se han encontrado por un instante en Meeting Halfway.

Natalia Litvinova

Natalia Litvinova (copyright: Fernando Quiceno)

Pensar en Natalia Litvinova es recordar aquel momento infantil en el que por primera vez descubrimos que pintando con una cera amarilla sobre el azul se podía crear un color nuevo. Con permiso de Federico García Lorca,  podemos decir que Litvinova es el color verde dentro de la paleta cromática de la poesía. Ha aprovechado sus raíces bielorrusas y las ha regado con más de media vida viviendo en Argentina para crear poemas como éste:

Aullar como quién

Me fue dado el don de adentrarme en lo lejano.

Mas no el de retornar.

No es el abedul. Soy yo quien se estremece bajo su piel.

Volver en ruso no es lo mismo que en castellano.

Volver en los dos idiomas.

Doblemente imposible.

Natalia Litvinova (de ‘Grieta’)

Este poema será traducido en Meeting Halfway a más de 10 idiomas (italiano, turco, alemán…), ¿crees que seguirán siendo los mismos versos en cada lengua?

No, no será el mismo poema. Cada versión le aportará su propio acento, otro clima, más o menos cadencia, más humedad, sequedad o dureza, más o menos gracia.

Naciste el mismo año que el desastre de Chernóbil, 1986, ¿te ha afectado eso de alguna forma a lo largo de tu vida?

Fue una de las razones por las que emigramos a la Argentina. Chernóbil afectó mi lengua, mi infancia, mis recuerdos, mi decir. Es un acontecimiento que está muy presente en mi vida. Varios compañeros de mi colegio, jóvenes de mi edad que se quedaron en Gómel después de la tragedia de Chernóbil, murieron por diferentes enfermedades que les causó la radiación. De algún modo algo de mí murió con ellos para acompañarlos.

Cuando llegaste a Argentina, con 10 años, ¿sabías español?

No sabía. Solamente una palabra: “hola”. Recuerdo que no saber el idioma me llenaba de vergüenza. Sentía vergüenza todo el tiempo, hasta en los gestos. Me convertí en una niña silenciosa.

¿Te resultó muy complicado el proceso de aprendizaje?

Los niños aprenden más rápido. La hija de mis vecinos jugaba conmigo a la maestra, y así aprendí, a través de los dibujos que ella hacía en un cuaderno y luego seguía la palabra. Las lecciones que debía dar en el colegio me las aprendía de memoria para no repetir de grado. Escuchaba mi voz sin comprenderla, aunque resulte extraño lo que voy a decir, pero yo creía ver el caudal de mi voz rodar por el aire, no lo sé, todo era extraño para mí.

Siempre he pensado que en el momento en el que empiezas a leer poesía en otro idioma, has alcanzado el “culmen” del aprendizaje, porque la poesía es algo así como el alma del lenguaje, lo más difícil de comprender. ¿En qué momento empezaste a entender la poesía en castellano?

No comprendía la poesía. Tan grande era su gracia. La poesía vibraba en mí como vibra la música. Yo no comprendo la música. Ella se expande dentro de mí como un hongo, como el musgo. Me resignifica. Me vuelve vulnerable y potente al mismo tiempo.

¿Y cuándo empezaste a escribir tus propias poesías en español?

A los 13 ó 14 años, después de haber leído a Lorca en la biblioteca del subsuelo de mi colegio. La música de sus poemas me envenenó, recibí la poesía como un conjuro, como una pócima que necesité recrear una y otra vez para que la magia durara un poco más.

Natalia Litvinova

Natalia Litvinova (copyright: Fernando Quiceno)

¿Por qué has decidido escribir en español en lugar de en ruso?

Quizás porque inconscientemente quería que alguien los leyera en algún momento, porque tal vez pensaba en compartir mis poemas con alguien, que alguien al leerlos me miraría sin decirme nada.

¿Hay sentimientos o temas sobre los que te resulte más sencillo escribir en uno u otro idioma?

Si un tema resulta sencillo, no me detengo en él. No lo olisqueo, no voy detrás. Si es sencillo y  no hay capas que pueda quitarle una por una para llegar a una desnudez… Pero ahora que lo pienso, quizá podría vestirlo, ¿no?

En tu poema ‘Tus ojos se han vuelto mi cenicero’ escribes: “Leo el testamento de Kafka como única carta de amor / pronto en París caerá la nieve. En Rusia también, otra nieve / vendrá la primavera por vientre.” Con la metáfora de la nieve contradices a otro argentino, Cortázar, en su frase “todos los fuegos, el fuego”, ¿qué querías transmitir con esa imagen?

En “Tus ojos se han vuelto mi cenicero” quería dejar las coordenadas de la nieve que no llega a mí. La nieve de Rusia, el país de mi infancia al que no pude retornar, y la nieve de París, el país de mi amante, al que le había escrito este poema en secreto. En mi primer poemario la nieve es la metáfora primordial, tan necesaria como el aire, inasible, imposible nieve, como el amor, la infancia, como quedarse en alguna parte para siempre.

En tus poemas evocas a menudo tu infancia o sentimientos que parecen muy personales, ¿eres consciente, cuando estás escribiendo a solas, de que tus confidencias pueden terminar siendo públicas?

No hay miedo ni incomodidad que puedan frenar mi escritura. Cuando ‘Esteparia’, mi primer poemario, estaba en proceso, los poemas caían uno detrás de otro, como frutos ya maduros, era algo que no se podía evitar. Los junté y fui hacia un extenso proceso de corrección, aún no pensaba en publicar. En esa época sólo sabía con certeza que si no escribo, no podré tomar un tren, ducharme o comer, escribir era necesario para habilitar el día.

Pregunta de peso… ¿qué buscas al escribir poesía?

¿Y si la poesía invade? Muchas veces busqué escribir poemas sobre algo específico, me creí más astuta proponiéndole un tema al poema. Y salí perdiendo. La poesía me invade como un grito de la tribu, y le hago caso. A veces escribir es como arrancar los días del calendario para ir hacia todos los tiempos. También hacia el presente, para desvelarlo.

Además de escribir tus poemas, eres traductora de la poesía de otros, del ruso al español. ¿Cuál es tu mayor miedo a la hora de traducir poesía?

A la hora de traducir tengo en cuenta varias cuestiones, tales como no sobrecargar el poema, no darle peso adicional, escuchar su música, su cadencia. Respeto los silencios que el poeta trabajó en su poema. La traducción es un trabajo que implica viajar hacia los paisajes del poeta, sentir su pulso, ir detrás del humor, del carácter de su escritura. Y además, el traductor también trabaja en su propia desaparición.

¿Intentas conocer al autor sobre el que estás traduciendo para saber qué quería decir exactamente o prefieres traducir a partir de los sentimientos personales que te evocan esos versos?

Empecé traduciendo poetas que me arrebataban el aliento, los que me habían perturbado hasta modificar mi postura, los que me privaban de rigidez haciéndome tambalear. Yo quería compartir esas obras con mis amigos. Así  empecé a traducir a los clásicos rusos, a los poetas del Siglo de Plata y algunos del Siglo de Oro de la poesía rusa. Ahora estoy descubriendo a los poetas rusos de mi generación. Investigo sus vidas, voy creando lazos, indago sus fotografías. Guardo una colección de fotos de todos los poetas que traduje y soy incapaz de no integrarlos a mi vida.

También has sido traducida al francés, por lo que “habitas” en ambos mundos… El de traductora y el de traducida. ¿Dónde te sientes más cómoda?

No siento comodidad. La comodidad me aquieta. Cuando me traducen me siento halagada, extrañada, tocada, perdiendo, pensando en lo que ya no me pertenece. Ser traductora tampoco me resulta cómodo, y eso me entusiasma. Cada poeta al traducir presenta un nuevo desafío, nuevos peligros, un nuevo idioma.

¿Qué poetas de habla rusa nos recomendarías?

Aleksei Tsvetkov, Cherubina de Gabriak, Arkadi Kutilov, Vladislav Jodasevich, Osip Mandelstam, Innokenti Annenski, Velemir Jlebnikov, Marina Tsvetáieva… Seguiría nombrando al menos unos diez más.

¿E hispanohablantes?

Miguel Ángel Bustos, L. M. Panero, César Vallejo, Edgar Bayley, Raúl Zurita, Néstor Perlongher, Jacobo Fijman, Selva Casal, Alejandra Pizarnik…

Terminamos… ¿cuál es tu palabra favorita en ruso y qué significa?

En ruso me gustan las palabras sonoras, aquellas que suenan como zumbidos de insectos, o sisean.

¿Y en español?

“Abalorio” y “carámbano”, las digo y me río, me gustan porque estas dos palabras son como las enviadas de la música.

http://www.youtube.com/watch?v=eP4NA3U2Yjo

 

Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia, 1986) reside en Argentina desde 1996. Como poeta ha publicado ‘Esteparia’ (Ediciones del Dock, 2010, Argentina; Ártese quien pueda, 2013, España;  Trópico Sur Editor, 2013, Uruguay; Llantodemudo ediciones, 2013 , Córdoba), la plaquette traducida al francés, ‘Balbuceo de la noche’ (Melón editora, 2012, Argentina), ‘Grieta’ (Gog y Magog ediciones, 2012, Argentina), ‘Cortes invisibles’ (Editorial Letras de Cartón, 2012 , Chile), ‘Rocío animal’ (La Pulga Renga, 2013, Argentina) y ‘Todo ajeno’ (Vaso roto, 2013, México-España). Como traductora del ruso, ha compilado y traducido las antologías ‘El ruido de la existencia’ (Editorial Leviatán, 2013) de los poetas rusos Jodasevich y Esénin, ‘El espejo equivocado’ (Melón editora, 2013) de Cherubina de Gabriak y la antología de Innokenti Ánnenski, que se editarán bajo el sello de Vaso roto.

http://www.animalesenbruto.blogspot.de/

http://www.casajena.blogspot.de/

 

Autor

J. Ignacio Urquijo Sánchez (España)

Estudia / Trabaja: Periodismo y Relaciones Internacionales

Habla: español, inglés, alemán

Europa es… una mezcla de increíbles culturas, desde Shakespeare hasta Cervantes, desde el monasterio de Rila hasta el atardecer en Roque Nublo

Blog: www.ignaciourquijo.wordpress.com

Twitter: @nachourquijo

Author: Anja

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